Gallery: Avatar The Last Airbender Deluxe Figures by Diamond Select Toys -  The Toyark - News

La primera vez que Avatar: La Leyenda de Aang apareció en las pantallas, no lo hizo como un producto más en la parrilla de Nickelodeon, sino como un compendio de tradiciones narrativas que hasta entonces parecían anatomías separadas: artes marciales, misticismo oriental y la épica de los cuatro elementos como pocas veces se había visto. Por aquel entonces, un puñado de coleccionistas ya se apostaba en foros y convenciones para debatir sobre la evolución de Aang, Katara o Zuko, sin sospechar que años después sostendrían figuras con un nivel de detalle y articulación que haría justicia a aquel rico universo animado.

La línea de figuras de acción de Diamond Select Toys para Avatar parte de una premisa sencilla, casi minimalista: trasladar la estética de la serie sin traicionar su esencia gráfica. Sin embargo, lo que comienza como una transposición de diseño se convierte pronto en un ejercicio de ingeniería sutil, donde cada rótula y cada texturizado construyen un archivo portátil de la serie.

El set reúne cuatro personajes clave: Aang en su configuración básica, Aang “Batalla Final”, Azula y Sokka. Cada uno de ellos alcanza una altura cercana a las siete pulgadas, aunque Aang se queda en alrededor de 5,5 pulgadas para respetar su perfil infantil. Esa diferencia de escala, deliberada, no resulta disruptiva en la vitrina, sino que funciona como recordatorio de la trama: el Avatar debía mantener un pie en la niñez mientras cargaba con el peso de un mundo en guerra.

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Análisis de las figuras de Diamond Select Toys x Avatar: The Last Airbender

La escultura sorprende no por su fidelidad fotográfica, sino por el modo en que captura la dinámica animada. Las líneas de Aang son suaves, su flecha frontal dibujada con el trazo exacto de la serie, mientras que la versión “Batalla Final” expresa tensión: la postura cerrada, la mirada firme y los surcos del túnica desplegada en efectos de aire translúcido que imitan el flujo de energía elemental. Es un detalle que convierte esas piezas en mucho más que estatuillas; son fragmentos de una animación que cobra vida en plástico. Azula ocupa su lugar con la siniestra elegancia de la princesa del fuego. Su figura exhibe los pliegues de su atuendo, gravados con un relieve que sugiere metalizado bajo la luz adecuada. Sus cejas arqueadas y la sonrisa torcida funcionan como extractos de guion embotellado: mientras el rostro de Aang transmite determinación o alegría según la versión, el de Azula no requiere más que diez milisegundos de mirada para reconstruir sus obsesiones con el poder.

Sokka, el estratega samurái de la Tribu Agua del Sur, encuentra en la figura un espacio especial: sus vainas se esculpen en la espalda con un nivel de realismo casi inconcebible en un juguete de precio contenido, pero el golpe de ingenio reside en las cuerdas reales que sujetan esas vainas. No son plástico imitación soga ni brochazos de pintura; son cuerdas reales que pueden tensarse o soltarse, evocando aquel episodio en que su ingenio se convirtió en la mejor arma. Ese recurso, una costumbre de la línea DST de entrelazar materiales, es un eco moderno de las figuras mixtas de los 90, cuando se practicaba la fusión de vinilo y tela en figuras “premium”.

El sistema de pintura demuestra que no siempre es necesaria la exuberancia. Con un trazo fino, los tonos planos de la serie se suceden sin brochazos invasivos. En Aang “Batalla Final”, algunas imperfecciones mínimas en la flecha frontal y variaciones leves de tono en el uniforme recuerdan al coleccionista que este no es un molde japonés de alta gama, pero tampoco un producto de estantería. Esa imperfección calibrada le añade autenticidad; es el equivalentes plástico de un cel de animación donde la tinta a veces balea y el color late. La articulación merece capítulo propio. En lugar de buscar la ruptura de líneas limpias, DST opta por puntos de giro que se integran al dibujo del personaje. Los hombros de Aang combinan hombro de rótula y bisagra, permitiendo giros amplios que simulan el flujo del aire. Las caderas articuladas y rodillas de doble bisagra permiten poses de ninjutsu que no desentonan con la fluidez de la serie. En especial, las piernas de Azula adoptan posturas de guardia de fuego sin forzar las proporciones, un avance respecto a la línea original de figuras de 2010, donde posturas de acción a menudo rompían la coherencia del esculpido. Sokka o Azula pueden levantar la pierna con esa tensión justa que requiere un golpe de boomerang o un estallido ígneo.

El empaque es un gesto minimalista para un producto que no necesita grandes artificios. Las cajas de colgar, con ventana frontal, ofrecen la pieza en todo su esplendor, si bien resultan algo frágiles al manipular. Una foto de escena en la parte trasera habría evitado dudas sobre la disposición de efectos translúcidos, pero esa carencia no resta valor al contenido: el coleccionista curtido abrirá la caja y guardará el manual, pues cada figura funciona como un archivo desplegable de animación.

El precio de lanzamiento estas figuras en la gama media, pero su valor real radica en la densidad narrativa que condensan. No son meros juguetes de franquicia, sino reseñas analógicas de una serie que redefinió la animación en la década de 2000. Quien coloque estas figuras en la vitrina sabrá que no hay líneas visibles entre arte y consumo, entre nostalgia velada y celebración pública. Solo queda el peso del plástico y el susurro de los elementos unidos en un instante irrepetible.

Perderse en la maraña de efectos, accesorios y piezas intercambiables es parte de la aventura que Diamond Select Toys creó con su línea de figuras de Avatar: La Leyenda de Aang. No se trata solo de añadir extras a cada caja, sino de darle sentido a cada elemento para que transporte a quien las posicione directamente al mundo de los cuatro naciones. El surtido de accesorios merece atención: varios pares de manos adicionales permiten recrear tanto puñetazos fulminantes como agarres sutiles de aire o agua, y encajan sin forzar las clavijas gracias a un diámetro calibrado. El riesgo de rotura se disipa al tacto: el plástico cede lo justo y vuelve a su forma, manteniéndose firme mientras se busca la pose definitiva.

Cada figura incluye un soporte transparente y una varilla de apoyo diseñados para simular vuelos y saltos, tan esenciales en la iconografía de un Avatar en plena batalla con el viento o el fuego. Un par de personajes aporta además un pequeño pedestal negro que, aunque menos versátil, permite exhibir poses estáticas con mayor estabilidad. Ese sistema dual de bases —transparente para la acción, negro para la escenografía— convierte a la vitrina en un escenario dinámico, donde el mismo espacio cobra vida bajo criterios de montaje distintos.

Aang, en su configuración estándar, viene equipado con su planeador clásico, recreado en escala precisa y con ángulos de corte que facilitan acoplarlo al soporte. Su variante con bastón plegable ofrece una lectura diferente: más cercana a su etapa de aprendizaje errante, una figura que parece estar lista para deslizarse por cañones de aire. El accesorio definitivo, sin embargo, es Momo, modelado en vinilo suave que contrasta con el PVC rígido del Avatar. La inclusión de Momo añade un matiz narrativo que trasciende la acción: es el recordatorio del vínculo entre Aang y su pequeño compañero, una historia de lealtad que encaja con la estética global de la línea.

En la figura de Aang “Batalla Final” sobresale el accesorio elemental desmontable en la espalda, un remedo semitranslúcido de energía levitando, que se puede exhibir tanto en la base transparente como sujetado en la espalda. Esa pieza, pensada para capturar el momento en que Aang domina el estado Avatar, se siente más que un efecto visual: es un remate escultural que corona la narración de la figura, estableciendo un diálogo directo entre lo estático y lo efímero.

Azula, la princesa del fuego, recibe dos efectos de agua —una paradoja intencionada pero efectiva— que evocan sus ataques más vistosos en la serie. Uno de ellos, ya integrado en una mano, añade peso y tensiona la articulación del hombro, exigiendo un punto de equilibrio que deja ver la robustez de las rótulas internas. El segundo efecto, un remolino translúcido que se engancha al expositor mediante un orificio calibrado, reproduce aquella técnica de la línea agua vista en el primer Aang, pero con un color más profundo y vetas internas que juegan con la luz, otorgando profundidad y complejidad a la pose de combate.

Sokka, siempre el estratega, llega con bumerán y cuchillo, ambos tallados con precisión en vinilo duro. Sus fundas están esculpidas en la mochila, pero lo que destaca son los efectos de bumerán: dos lanzas curvas de plástico semitransparente que pueden engancharse a la varilla de soporte, generando arcos cinéticos convincentes. No son meros adornos: son guías de movimiento que convierten cada exhibición en un relato visual.

Accesorios y otros elementos

El conjunto de accesorios no solo multiplica las posibilidades de pose, sino que refuerza la cohesión interna de la línea: los extras de un personaje dialogan con los de otro, y las bases transparentes se convierten en ejes de puesta en escena, un mecanismo que recuerda los dioramas de cartón de los 90, pero mejorado con elementos 3D y materiales de grado coleccionista.

Este despliegue de piezas, sin embargo, no es gratuito. Cada elemento cumple una función: manos intercambiables para agarrar efectos, accesorios de vuelo para alcanzar ángulos imposibles, remolinos de agua y esferas de energía para coronar la pose. Incluso los detalles más pequeños —el enganche de Momo, el espesor de las cuerdas de Sokka— están diseñados para soportar el paso del tiempo.

El resultado es una colección que, a pesar de no abarcar todos los personajes de la serie, ofrece un nivel de diversión equiparable a un set de construcción: el coleccionista invierte tiempo en montar las escenas, en calibrar el peso de cada accesorio y en decidir si prefiere exhibirlos juntos o por separado. La versatilidad de poses y la interacción entre figuras elevan el factor de juego muy por encima del promedio de la categoría.

Por supuesto, todo proyecto conlleva sus cuidados. La recomendación habitual es ajustar con moderación los tornillos de los conectores de las varillas transparentes para evitar fracturas, pero esa fragilidad medida también confirma que cada figura no está pensada para soportar brincos violentos, sino para permanecer en poses mediadas, cálmicas, que dominen la estantería sin exigir refuerzos extra.

En el balance global, la apuesta de Diamond Select Toys se mantiene sólida. Con fusiones de materiales como cuerda real para Sokka, vinilos semitranslúcidos para Aang y Azula, y un abanico de manos adicionales, la línea propone un modelo de coleccionismo donde la experiencia va más allá de abrir el blister: es una invitación a reconstruir escenas, a reencontrarse con momentos clave de la serie y a explorar la tensión entre lo estático y lo cinético en un mismo espacio.

Aunque aún faltan personajes como Toph, Ozai o Iroh en su versión “Espíritu Azul”, el recorrido iniciado por Aang, Azula y Sokka demuestra que las figuras de acción pueden ser vehículos de memoria tan potentes como una edición limitada de cómic. Y mientras la serie siga inspirando nuevas oleadas, la vitrina de quien ha apostado por estos moldes seguirá creciendo, uno a uno, con resonancias de aire, fuego y agua encapsuladas en plástico y cordajes que narran, sin un solo guion impreso, la epopeya de un mundo donde los elementos conversan con la mirada del coleccionista.