
La primera vez que la figura de Doom Slayer desapareció de los estantes en un suspiro fue cuando irrumpió la línea Élite de McFarlane con la versión inspirada en The Dark Ages. Esa pieza de 30 cm, con su armadura fragmentada y detalles de corrosión pulida al vidrio, no tardó en esfumarse de preorders y escapar de las pantallas congeladas de Entertainment Earth. Como en una repetición automática, el momento se repite con Atlan, la nueva encarnación del guerrero sideral que mostrará su porte en idéntica escala. El rumor de su inminente aparición circula en foros que nunca duermen, donde coleccionistas intercambian capturas de pantalla y comparan coordenadas horarias con las preventas de antaño.
En paralelo, otra leyenda emerge bajo la firma de McFarlane: la servoarmadura T‑60 y el Ranger de la República de Nueva California toman asiento en el mismo escaparate virtual que acogió a la primera Lucy de la serie de televisión Fallout. Esta combinación de piezas provenientes de Fallout 76 y Fallout New Vegas enlaza la sede original de Bethesda con el cronista técnico del coleccionismo. No importa el ADN de la programación: lo esencial se mide en la densidad del plástico, el grosor de las articulaciones y el brochazo final de pintura que pone punto de encuentro entre la Commonwealth y Mojave.
La servoarmadura T‑60, de boceto a vitrina

El molde de la T‑60 no emergió de la nada. En los viejos PDFs filtrados por Bethesda Softworks se veían líneas gruesas, apuntes de Todd McFarlane que circulaban por convenciones donde un puñado de coleccionistas lograba escanear manuales antes de que cerraran las puertas. Aquellas primeras notas mostraban un torso interrumpido por placas desprendibles, un guante hidráulico y nervaduras apenas esbozadas en los hombros. En la versión Élite, el plástico inyectado de alta densidad se niega a ceder: las placas reproducen el matiz de acero bruñido, sin brillo estridente, y retienen pequeñas hendiduras que emulan golpes de metralla. Un aerógrafo ha recorrido el bloque para depositar un gris azuláceo en los relieves y simular grietas que no existen, salvo en la memoria de aquellos que pilotaron la servoarmadura en incursiones nucleares.
El crujido seco al unir las piezas desmontables —cable de alimentación, mechero fósil con base imantada, frag grenades— recuerda al encaje de antiguos metal figures de finales de los 90, donde cada inserción venía acompañada de un leve estallido de aire. La pintura premium, lejos de camuflar imperfecciones, acentúa microdesniveles en el casco y difumina las transiciones de tono con la precisión de un ilustrador de cómic de culto.
El esqueleto interno cumple con ocho puntos de giro: hombros, codos, rodillas y una bisagra cervical que solía encajar con torpeza en las figuras de Lucy y Dogmeat. Aquí, el cuello cede unos grados higiénicos, justo lo necesario para recrear esa inclinación táctica que se observa en la misión “Dangerous Minds”. Sin embargo, la amplitud en los codos sigue siendo contenida. Al levantar la Gatling Laser, los brazos rozan el torso, un recordatorio de que la fidelidad al juego se antepone a la flexibilidad absoluta.
El vigilante del desierto y sus secretos de tela
El Ranger de la RNC aterriza con el peso narrativo de quien cruzó carreteras polvorientas en The Strip de New Vegas. Su chaleco táctico imita la trama sintética de la caja exclusiva que Walmart vendió hace unos años, con un forro negro apenas perceptible tras rayas de pintura siena y ocre. El brochazo que simula óxido en los bordes del abdomen no es un capricho: recrea las motas de corrosión que los modders aplicaban a mano en los foros para lograr realismo digital, trasladado ahora al plástico.
Las fundas de cargador, de cuero sintético sobre base rígida, se deslizan con suavidad pero ofrecen resistencia medida, como un cierre de cremallera gastado tras años de uso. Diez puntos de articulación permiten girar caderas, rodillas y hombros sin desfigurar proporciones; la rigidez original en la hombrera izquierda fue corregida tras críticas históricas, eliminando un resaltado molesto que castigaba el movimiento en versiones anteriores.
Entre los 13 accesorios, el mapa de Mojave desplegable reproduce curvas de nivel y manchas de irradiación con la misma escala que un plano de metro vintage, y las siluetas de amenaza enemiga remiten a fichas coleccionables de ediciones limitadas, en las que cada pieza extra se convertía en trofeo de pujas impredecibles.
La tarjeta de Puntos Élite, impresa en relieve, recoge la numeración de aquel prototipo de 2012: la misma que circuló en PDF entre quien logró entrar en la convención de Texas y robó manuales antes de que un guardia cerrara la puerta. Se ha convertido en ficha valorada, llave de acceso para ediciones ocultas y variante dark chrome, anhelada en los grupos de Telegram y Discord donde se susurra sobre reediciones olvidadas.
El lanzamiento de la serie televisiva y la confirmación de nuevas temporadas en Prime Video añaden un matiz cross-media que reconecta la figura de Lucy con Dogmeat y el vínculo editorial de la línea Élite. Mientras Atlan ocupa espacio en la mesa, la doble tanda de T‑60 y Ranger refuerza la coherencia entre franquicias, como un diálogo abierto entre Fallout y DOOM.
Los coleccionistas no necesitan un anuncio estridente. Saben que, al cerrar la pestaña tras pulsar “añadir al carrito”, se juegan la diferencia entre unidad numerada y lote masivo. Saben que ese clic sucede en un instante. Por eso planean estrategias de zona horaria y actualizan pestañas con la precisión de un temporizador olímpico, tal y como hicieron cuando la figura de Peacemaker se filtró un día antes de San Diego Comic‑Con.
Y mientras tanto, la vitrina de quien sigue apuntalando su archivo personal aguarda en silencio. Las servoarmaduras y los guardias de la RNC descansan bajo una luz neutra que no alumbra el dorado Elite, sino el pulido disimulado en el visor y el brochazo final en la placa del pecho. Esa luz no reclama atención. Solo exige volver a girar la figura para hallar nuevos matices en la pintura, pequeñas simas de óxido en las rendijas del chaleco o el suspiro apenas perceptible de un resalte bien ubicado.
Aquel espacio siempre es provisional. Próximas piezas vendrán a ocuparlo: variantes chasqueadas, cabezas extra, runas lumínicas para la servoarmadura y un arsenal de recambios para el Ranger. Cada llegada significa un ajuste en la línea de visión, un cambio de ángulo que reescribe la historia de lo coleccionado.
Tal vez la sala se puebla un día de ejemplares dark chrome en cajas negras, o surja una figura blindada que no habíamos anticipado. Pero por ahora, basta contemplar el relieve de la tarjeta Élite, acariciar el mechero fósil imantado y sentir, sin explicarlo, por qué la colección crece con un equilibrio donde cada pieza se alinea discretamente con la anterior.
Detalle | Referencia en la pieza |
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Escala | 1:10 (~18 cm), proporción estándar Élite |
Material | PVC de alta densidad y ABS en puntos de tensión |
Puntos de giro | T‑60 (8 ejes), Ranger NCR (10 ejes) |
Acabado | Aerógrafo con degradados y pátina de corrosión |
Accesorios T‑60 | 11 elementos (cable, mechero imantado, garras…) |
Accesorios Ranger | 13 elementos (rifle, mapa desplegable, siluetas…) |
Embalaje | Blíster sellado con logo Élite en relieve suave |
Tarjeta Élite | Grabado en relieve con boceto original de Todd McFarlane |
Volvió el guerrero de doble fusil… y ahora todos quieren su servoarmadura T‑60