
La transición de Trent Reznor y Atticus Ross, de los recovecos industriales de Nine Inch Nails al sofisticado minimalismo cinematográfico, alcanzó un punto de inflexión con TRON: Ares. No es la primera vez que la pareja se adentra en la composición para la gran pantalla—su trabajo en La red social, Soul o Challengers ya les valió dos Óscar y múltiples reconocimientos—, pero sí la primera ocasión en que reviven su espíritu NIN dentro de una banda sonora de película. La naturaleza digital y retrofuturista de TRON parecía el lienzo perfecto para reconectar con su universo sonoro: bajos sintéticos ominosos, baterías trituradas y texturas de guitarra procesada que, combinadas con sintetizadores crujientes, devuelven el aire industrial de discos míticos como The Downward Spiral o Year Zero.
La edición estándar en vinilo de 180 g recoge más de setenta minutos de música original, una inmersión que va de pistas atmosféricas de corte ambiental a explosiones electrónicas donde resuenan los ecos de arcade. Temas como “As Alive As You Need to Be” y “Who Wants to Live Forever” se presentan con la crudeza justa: no hay concesiones a lo pulido, sino un pulso que late a ritmo de CPU y cableado oxidado. El formato de doble LP respeta la lógica de álbum conceptual, con cada cara destinada a un acto narrativo: la pieza de apertura marca la llegada de Ares al mundo real; el cierre de cada vinilo deja al oyente en un clímax de zumbidos sintéticos y texturas cortantes.
Tres ediciones en vinilo para un fenómeno sonoro

Para quienes buscan más que una simple copia digital, la edición limitada en vinilo blanco invita a experimentar la música como objeto de culto. La tirada, tan breve como deseable, evoca la estética minimalista de los 80, donde la elección del material era parte del discurso artístico. Quienes aspiren a la pieza definitiva, pueden optar por la versión con espirales rojas y negras, acompañada de un póster exclusivo: un combo que rentabiliza el valor de colección sin traicionar la coherencia estética del proyecto. Todas las ediciones estarán disponibles en torno a los 37 €, un precio que, en el mercado del vinilo de cine, puede considerarse moderado para piezas de tirada limitada y con envoltorio de calidad.
El lanzamiento, coordinado para el 19 de septiembre, coincide con el estreno mundial de la película, consolidando así la simbiosis entre imagen y sonido. No son simples estrenos simultáneos: es la materialización en vinilo de una estrategia transmedia donde el soporte físico refuerza la conexión emocional con la historia de Ares, ese programa de inteligencia artificial que, en su primer contacto con la humanidad, se debate entre la lógica fría del código y la pulsión caótica de la carne.
Del vinilo al multiverso digital
La banda sonora de TRON: Ares no solo amplía el legado de Reznor y Ross, sino que subraya la evolución del soporte musical en la era digital. Volver al vinilo para un proyecto tan ligado a lo cibernético puede parecer contradictorio, pero en realidad refuerza la dualidad central de TRON: la tensión entre lo análogo y lo digital. El vinilo actúa como metáfora física de las oscilaciones entre ambos mundos. Las crestas y valles de la onda sonora grabada, las imperfecciones del surco, recuerdan que incluso en el universo más tecnificado hay lugar para la materialidad.
A nivel de producción, Reznor y Ross han afirmado que trabajaron de manera inversa a la habitual: componían secciones temáticas para los personajes digitales y luego las adaptaban a las secuencias en carne y hueso. Ares, el programa sofisticado enviado al mundo real, tiene su motivación sonora reflejada en pads etéreos que, según los compositores, buscan “traducir la incomprensión de la máquina ante la imprevisibilidad humana”. En contraste, las secuencias de acción estilo arcade reciben ritmos pulsantes de percusión industrial, reminiscencias de aquel Head Like a Hole que definió la esencia de NIN.
Este cruce experimental—deconstruir un sonido industrial para recomponerlo como banda sonora cinematográfica—ha permitido a la dupla no solo mantener su esencia, sino reinventarla. Quienes conocen la discografía de Nine Inch Nails apreciarán los guiños: ciertos arpeggios oscuros, estribillos atonales, transiciones abruptas; al mismo tiempo, la dirección cinematográfica exige una sutileza en la dinámica del volumen y la textura que pocos artistas industriales dominan con tanta fluidez.
En definitiva, la edición en vinilo de TRON: Ares es más que un objeto de colección: es un testimonio de cómo la música puede reinventarse en contextos inesperados, manteniendo la identidad del autor sin sacrificar la necesidad de narrar nuevas historias. Y para quienes buscan sumergirse en esa tensión entre lo humano y lo artificial, nada mejor que un aguja que recorre surcos de sintetizador, una aguja que traduce código en melodía y vatios en emoción.