La llegada de la línea Marvel Gamerverse de SHFiguarts supone un giro inesperado en el archivo de los mutantes en plástico: tras décadas de figuras basadas en cómics y series animadas, Cyclops se materializa por primera vez con la estética y la mecánica de un videojuego de combate. Su molde de seis pulgadas destila la influencia de títulos como Marvel vs. Capcom y X‑Men vs. Street Fighter, donde cada ráfaga de luz roja brotaba de un visor animado. Aquí, esas ráfagas cobran volumen gracias a accesorios diseñados para capturar tres niveles de potencia óptica, desde la chispa contenida hasta el estallido más devastador.
Quienes recuerdan el Cyclops de la línea de cómics de hace una década —con su visera rígida y la silueta simplificada— sentirán un quiebro en el molde: el plástico inyectado es ahora más fino, con juntas casi invisibles en brazos y torso que permiten giros fluidos al imitar el gesto de apuntar. El pecho integra una torsión suave, sostenida por un mecanismo interno que recuerda a los ejes de la primera figura de estilo anime lanzada en 2015, pero perfeccionado para absorber el peso de los accesorios de efecto. Las piezas de expresión facial —cuatro bocas intercambiables y dos tipos de placas de cejas— se encajan con presión medida, sin desviarse ni un grado, lo cual habla del refinamiento de ingeniería en Tamashii Nations: un salto claro respecto a versiones anteriores, donde la transición entre rostros requería retoques con pinzas.
El arte de la energía contenida

Recrear un disparo óptico de Cyclops en un diorama de vitrina exigía hasta ahora trucos de luz trasera o vinilos improvisados. Con esta figura, el fondo de papel incluido y tres visores distintos —normal, explosión media y ráfaga máxima— ya no se depende de la iluminación ambiental. La pieza de fondo, imprimada en un cartón semimate, condensa el fulgor de la energía concentrada: un patrón radial que desprende brillo si se golpea con luz directa. Las ráfagas de visera, por su parte, están moldeadas en un plástico translúcido con matices rojos muy sutiles, semejantes a los degradados de la paleta de Photoshop en las artes originales de Capcom. Al conjunto se suman dos partes de cuello fijas intercambiables, que modifican ligeramente la inclinación de la cabeza para simular el ángulo de ataque o la previsión defensiva.
Los intercambios de manos —un total de ocho pares— no son un simple capricho estético. Cada mano abierta exhibe surcos en los dedos, donde la pintura semibrillo resalta las costuras del guante; las manos en puño guardan un sistema de encastre que evita holguras. Esa solidez recuerda la línea Originals de SHFiguarts de 2018, cuando un cambio de accesorio podía acabar en una mano a medio poner. Aquí, el clic al insertar la pieza es firme, limpio y consistente, un avance en la tolerancia de fabricación.
La visera pulsante —un mecanismo de resortes tan discreto que no modifica la silueta— deja emerger el efecto óptico con un chasquido casi sordo. Es una respuesta táctil muy distinta de la visera de la edición Comic Edition de 2021, que dependía de un simple deslizador y mostraba cierto desalineamiento con el casco. El nuevo sistema de bisagra en unidad T‑joint oculta la ranura de unión, rescatando la pureza del diseño original y asegurando que la transición entre modos de disparo sea tan veloz como el gesto de Scott Summers en batalla.
El esqueleto interno exhibe una articulación en ocho puntos clave: hombros con rótulas dobles para replicar el agarre de la visera, codos con doble bisagra que logran ángulos de hasta 160° y rodillas con tope que evitan el rebote descontrolado. Esa rigidez programada es coherente con la movilidad de un personaje que en el juego debía mantener una postura firme para canalizar energía; no es una limitación, sino una lección de fidelidad con la fuente interactiva.
Más allá del visor, el traje de Cyclops incorpora texturas que solo se aprecian al rozarlas con la yema: líneas en relieve que marcan los contornos de la armadura, simulando costuras digitales de modelado 3D. La pintura base azul profundo contrasta con franjas amarillas satinadas, aplicadas por aerógrafo en capas finas, sin brochazos ni excesos de barniz. Este acabado mate otorgado al traje guarda parentesco con las figuras SHFiguarts de esa serie de crossover de 2019, pero su intensidad de color es más pura, como si Tamashii hubiera reajustado su calibración de pigmentos para capturar la viveza de los sprites.
El cinturón y los guantes llevan piezas de ABS reforzado para soportar el roce constante. Esa elección de material, menos propenso a microgrietas, evidencia un aprendizaje derivado de ediciones previas donde las piezas de PVC acababan cediendo con el paso del tiempo. El visor metálico en tono gris oscuro no es una simple pintura: se usó una técnica de tampografía para imprimir microtexturas metalizadas, un detalle que añade realismo industrial y recupera la lógica de la estética futurista de los 90.
El empaquetado, sin innecesarias ventanas plásticas extensas, opta por un cartón rígido con un visor frontal dispuesto en marquetería precisa, recordando las cajas prototipo de la línea original de figuras de 2006. El design minimalista, con un logo Gamerverse encastrado en relieve, honra la memoria de los coleccionistas que guardaron aquél blister retro, destacando la continuidad histórica entre entonces y ahora.
En el sector de mercado europeo, un precio estimado de ≈ 90 € coloca a esta figura en una franja premium accesible para aficionados que han seguido los lanzamientos de edición limitada, pero suficiente para desalentar al comprador ocasional. La preponderancia de accesorios —visores, manos, rostros, fondo— justifica el coste: no es un capricho de coleccionista, sino un archivo digital transformado en plástico tangible.
Cyclops Gamerverse de SHFiguarts no es solo otra figura para exhibir. Es una pieza que reescribe la cronología de las representaciones mutantes: lleva el pulso de un videojuego de lucha a la vitrina doméstica, integra giros mecánicos de edición reciente y evoca la tensión estética de sus raíces en recreativas. Al sostenerla, se comprende que una figura puede ser fidelidad interactiva y escultura minimalista al mismo tiempo, un testimonio de que, en el coleccionismo, el futuro siempre se construye con moldes del pasado.
El pulso del visor hecho figura

Desde los primeros bocetos pixelados de los juegos de lucha hasta las recreaciones en vinilo de talleres japoneses, Cyclops ha sido un experimento continuo en traducir el poder narrativo del visor óptico a un objeto estático. Esta figura de S.H.Figuarts, concebida bajo la batuta de Tamashii Nations, renueva esa misión con un surtido de elementos que husmean en la estética arcade sin descuidar la ingeniería: tres visores intercambiables —el original, el de ráfaga contenida y el de descarga total— conviven con piezas que simulan el rayo emergiendo en tres dimensiones, plasmando en tu vitrina la coreografía característica de sus ataques. La pieza principal, de unos 14,5 cm de altura, descubre un esqueleto articulado que retoma la tradición de las líneas de acción de principios de siglo, pero aligera materiales: PVC en el torso y ABS en los puntos de tensión. Al agarrarla, el brazo se mueve con un recorrido preciso, herencia de esa rótula doble que Bandai Spirits perfeccionó tras las primeras entregas de la serie “Anime Heroes” y que aquí posibilita el gesto exacto de presionar el visor contra la frente. El clic de la bisagra, apenas audible, sirve de testigo a la transición que separa una pose contemplativa de la concentración brutal necesaria para disparar.
Retrogaming en cada ráfaga

En el reverso del empaque, un fondo de papel semimate reimpresa con gráficos pixelados remite a los primeros sprites de Capcom. Esa base no es mero adorno: se inserta tras el busto de la figura para otorgar profundidad y recrear la sensación de “modo batalla” en un estante. Es un guiño directo a quien pasaba las horas en salones de recreativa, acumulando créditos para ver la explosión de quarks digitales. El visor de Óptica Blast intermedio se conforma con una pieza semitranslúcida, torneada en un rojo oscuro que acentúa el volumen del rayo: la transición de opaco a translúcido recuerda los degradados de aerógrafo de las portadas clásicas de X‑Men. Al cambiar al visor de Súper Óptica Blast, la figura adquiere un dramatismo cinematográfico: un fragmento adicional se encaja sobre la visera, dejando asomar fisuras de luz concentrada, como cuando la pantalla parpadeaba ante un golpe decisivo en el joystick.
Las cuatro parejas de manos intercambiables no solo reproducen agarres y puños: conservan surcos en los nudillos, detalles de costura en los guantes y un acabado semimate que evita reflejos indeseados. Al tacto, esa mezcla de PVC y ABS transmite firmeza y ligereza, evoca las sensaciones de aquellas primeras ediciones limitadas que llegaron en formato de blister singular, sin certificados ni manuales, pero con la promesa de reproducir un icono del cómic.
Acompañan dos rostros adicionales, cada uno con una expresión distinta: cejas tensas, boca abierta en un grito silencioso y bigote impecable. Estos rostros se anclan con un mecanismo de presión calibrada, heredero de los las placas de intercambio de 2016, cuando la serie “Movie Masters” introdujo cambios de expresión en figuras de filmes de fantasía. Aquí, la alineación es intuitiva; basta presionar para que el asombro o la determinación de Scott Summers cobren vida sin desalojar la base.
El último toque retro lo aporta un par de piezas de cuello fijo, que modifican ligeramente la inclinación de la cabeza. Con ellas, el coleccionista puede exhibir a Cyclops con un gesto de desafío o de concentración máxima: un recurso narrativo que recuerda las portadas de la etapa “Second Genesis”, donde los mutantes se mostraban en ángulos distintos según el arco argumental.
Con un precio estimado en torno a los 90 €, esta figura se sitúa en una zona media de la colección premium: lo bastante accesible para quien ya ha invertido en ediciones de aniversario, pero lo suficientemente contundente para justificar el desembolso gracias a la densidad de accesorios y la calidad de los materiales. Tamashii ha afinado la tolerancia de encastre, minimizado holguras y reajustado la calibración de pigmentos para conseguir un azul más puro en el uniforme y un amarillo de franjas que no sufre parpadeos de color al cambiar de ángulo.
No hay una voz que celebre su llegada; basta colocarla bajo la luz de la vitrina. Dejar que el visor sin efecto muestre la silueta limpia de un líder que se abre paso entre mutantes, y luego girar suavemente la cabeza para descubrir el momento de tensión previa al disparo. Cambiar la pieza por la ráfaga media y comprobar cómo el volumen del rayo empuja el visor hacia delante. Finalmente, el Súper Óptica Blast deja ver la coraza tensada del traje, los pliegues de un PVC que no disimula inyecciones ni costuras, y el fondo pixelado se convierte en un telón que amplifica el drama.
Más lanzamientos nostálgicos del GAMERVERSE

Como ya se ha mencionado, Hasbro ha estado lanzando sus propias figuras Gamerverse inspiradas en los videojuegos Marvel vs. Capcom , la mayoría en packs de 2. Aunque parece que Tamashii Nations ha monopolizado el mercado de Cíclope, Hasbro ha lanzado figuras que incluyen a Juggernaut, Capitán América, Venom, Psylocke, Thanos, Lobezno y Silver Samurai. Incluso hay una figura alienígena Gamerverse de Marvel Legends Series, Gargantos, compuesta por 7 partes (y un ojo). A continuación, encontrarás la lista completa de figuras Gamerverse con enlaces para reservar.
En un mundo saturado de lanzamientos que apelan a cifras de articulación o a licencias multipropósito, la figura de Cyclops Gamerverse cumple la promesa de fusionar retrogaming y escultura moderna. Su silueta estática no parece estática: guarda la energía contenida de quien pulsa un botón, canaliza la memoria de los salones arcade y vuelve tangible el sonido del visor. Y, sin fechas ni ostentaciones, recuerda por qué algunos coleccionistas trabajan en silencio cada mes para incorporar piezas que, al fin, hagan latir su propia vitrina con la misma intensidad del pulso mutante.
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