
McFarlane lo vuelve a hacer. Justo a tiempo con el lanzamiento de The Fantastic Four: First Steps y con el bullicio de la Comic-Con de San Diego como telón de fondo, presenta dos piezas que parecen extraídas directamente del bronce fundido del cómic clásico: Silver Surfer y la Antorcha Humana, ambos reimaginados como estatuas de escala 1:6. No se trata de una línea cualquiera: esto es la Marvel Collection, con alma de celda de impresión y cuerpo de resina.

El Silver Surfer entra a escena sobre su tabla cósmica en una recreación exacta de la portada del número 72 de Fantastic Four. No hay reinterpretación moderna, sino fidelidad quirúrgica al arte original. La pose no es casual: es un tributo en tres dimensiones al momento en que el heraldo de Galactus desafía al espectador desde la portada con esa mirada que mezcla tragedia cósmica y solemnidad galáctica. Viene acompañado de su correspondiente fondo escénico y, detalle clave, una copia física del cómic original reimpreso. Como si lo arrancaras del kiosco de 1968, pero sin las manchas de nicotina.

La Antorcha Humana no se queda atrás. Tomada directamente de la potente portada de Marvel Two-in-One #10, comparte protagonismo con La Cosa en una escena que grita fuego, músculo y panel clásico. Aunque la figura se centra en Johnny Storm, el fondo incluye el guiño visual al icónico equipo-up con Ben Grimm, sumando contexto sin robarle foco. Al igual que el Silver Surfer, esta pieza incluye un fondo de exposición y su respectivo cómic, recreando esa sensación de tener entre las manos una página viva del archivo Marvel.

Ambas figuras se lanzan en el mercado americano a un precio ajustado de 60€ cada una. También se espera su llegada a Walmart y Amazon poco después. No son ediciones limitadas numeradas, pero tampoco serán eternas. Y a este precio, con este acabado y con el cómic incluido, son carne de estantería para cualquier coleccionista que se precie.
Si lo tuyo es el display vintage con aroma a papel de pulpa y tinta desbordada, estas piezas no son un capricho: son una obligación decorativa.
La figura del Silver Surfer inspirada en Fantastic Four #72: más cerca de una portada que de una figura
Hay figuras que no se piensan para jugar ni para posar. Existen para ocupar el mismo lugar que antes solo tenía el papel brillante de una portada, o el acetato crujiente de una funda de Mylar sobre una grapa original. Esta versión del Silver Surfer inspirada en el número 72 de Fantastic Four no es una reinterpretación moderna ni una reimaginación cinematográfica, es un homenaje sin filtros a una viñeta concreta, a un momento específico del cómic estadounidense, cuando los colores planos todavía no competían con las texturas, y un personaje podía cargar con el destino de la humanidad con solo una ceja levantada y un monólogo interior.
Este Surfer no vuela. No se mueve. No se articula. Y no le hace falta. Su pose es una réplica directa de la portada que firmó Jack Kirby en 1968, una imagen que cualquier lector veterano reconocería incluso sin el título de la colección. La decisión de no incluir puntos de articulación no es una limitación técnica, sino una declaración de intenciones: esto no es una figura de acción, es un vinilo de homenaje, una escultura detenida en el tiempo que busca reconstruir el instante exacto en que el vagabundo cósmico decidía si la humanidad merecía seguir existiendo.
La escala 1/6, más cercana a los doce pulgadas que a los bustos de sobremesa, le da una presencia significativa sin invadir demasiado la vitrina. Se nota en el peso visual, en el volumen justo para destacar entre Hot Toys pero sin robarle protagonismo a un diorama. Está fabricado en plástico, aunque por la terminación parecería una mezcla de resina y material cromado: el trabajo de pintura metálica consigue un reflejo lo bastante uniforme como para recordarnos la iconografía del personaje sin caer en acabados de feria. No hay degradados innecesarios, no hay efectos digitales de desgaste: solo ese plateado puro que, bien iluminado, remite directamente al trazo grueso de Kirby y la sobriedad del colorista original.
Lo más interesante del conjunto no está tanto en la figura sino en el contexto que se le ha dado. El fondo ambiental, que acompaña la base, reproduce el escenario de esa portada sin alterar su lenguaje gráfico. No es un simple cartón de fondo, sino un intento honesto de capturar la estética pulp de la era Marvel clásica, sin convertirlo en un escenario 3D moderno que arruine el efecto. Junto a eso, se incluye una tarjeta artística con el personaje al frente y una sinopsis del cómic en el reverso, y, quizá el detalle más valioso: una reedición completa del número 72 de Fantastic Four, ese mismo cómic que da origen a la pieza. No es una réplica facsímil ni una edición especial numerada, pero cumple con su función simbólica: poner en las manos del coleccionista la historia completa detrás de la imagen.

El precio estimado ronda los 75 a 85 €, dependiendo de si se consigue en tienda especializada o importado directamente. No es una ganga, pero tampoco entra en la categoría de lujo. La relación calidad-precio se sostiene si se entiende el objeto no como una figura sino como una pieza conmemorativa. Es, en cierto sentido, la figura que uno no movería jamás de su estante, pero que explicaría con orgullo a quien preguntase por qué ese personaje plateado parece juzgar al mundo desde lo alto del mueble.
No hay piezas intercambiables, ni manos alternativas, ni rostros con expresión. Solo el Silver Surfer, la tabla y su contexto. Es probable que algunos esperen más versatilidad o efectos. Pero quienes conocen de cerca la historia del coleccionismo Marvel saben que este tipo de figuras apuntan a un segmento específico: los que recuerdan haber leído ese cómic en blanco y negro cuando aún se imprimía en los primeros recopilatorios de bolsillo, los que vieron a Galactus antes que a Thanos, y los que saben que la grandeza del Surfer no está en su poder cósmico, sino en la eterna duda entre proteger y condenar a la humanidad.

La figura tiene detalles nítidos en las líneas del cuerpo, con una musculatura definida sin exageración, sin los excesos de proporción que suelen afear las líneas modernas. El rostro mantiene la serenidad y dureza necesarias, sin dramatismos innecesarios ni expresiones impostadas. La tabla es proporcional y se integra con la base, aunque no se separa. No hay juego de poses ni soporte articulado: está hecha para estar así, fija, como una estampa en la memoria visual del lector de cómics.
Su única verdadera limitación radica en que no es para todos los coleccionistas. Quien busque dinamismo o interacción encontrará poco aquí. Pero quien entienda el valor de un número icónico, el peso simbólico de un personaje detenido en juicio sobre la Tierra, y el respeto a una estética concreta sin edulcorantes modernos, sabrá que esta figura cumple su objetivo con absoluta dignidad.
Los productos que se basan en una sola imagen tienen el riesgo de quedarse cortos. Este no. Porque no intenta rehacer lo que ya fue perfecto. Solo lo replica, con el respeto de quien sabe que el tiempo pasa, pero ciertas portadas siguen dictando qué merece ocupar un lugar en la estantería.

- Escala: 1/6 (aprox. 30 cm de alto)
- Material: Plástico con acabado cromado
- Articulación: No articulado
- Accesorios: Base con fondo ambiental, tarjeta artística, cómic reeditado Fantastic Four #72
- Precio estimado: 75–85 €
- Público objetivo: Coleccionistas de Marvel clásicos, fanáticos del Silver Surfer, nostálgicos del cómic original
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La base lo eleva en una ligera curva, simulando su vuelo sin necesidad de efectos ni llamas. No flota, pero da la sensación de que lo haría si nadie lo estuviera mirando. Es un detalle mínimo, pero suma a la ilusión de que esta figura no está simplemente posada; está en tránsito. Como siempre.
No hay llamas, no hay rayos cósmicos, no hay poses de ataque. Este Pop! no representa una batalla ni una victoria, sino esa parte intermedia del personaje: cuando contempla. Cuando duda. Cuando viaja entre galaxias preguntándose si aún le queda algo de humanidad o si su condena es eterna.
La figura forma parte de la línea regular de Fantastic Four, junto a Reed, Sue, Ben y Johnny, pero se distingue con facilidad. No solo por el color, sino por la actitud. Donde los demás gritan con sus poses, el Surfer calla. Y se hace notar más. Esto la convierte en una figura perfecta para el coleccionista que aprecia los silencios del universo Marvel, esos momentos donde no hay puñetazos, sino monólogos interiores sobre el destino, la redención o la traición de Galactus.
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